Con la entrada del otoño en México se da la bienvenida a los seres queridos que han partido al mundo espiritual a través de un ritual lleno de sabor, tradición y color. Apenas va concluyendo el mes de octubre y ya es posible percibir el olor a flor de cempasúchil así como el pan recién horneado y otros alimentos tradicionales que, junto con los adornos, le dan el toque distintivo que lo destacan de otras tradiciones. En la presente hablaremos de la tradicional ofrenda del día de muertos, su trascendencia cultural e histórica y algunos datos que darán vida a tu curiosidad.
La ofrenda, un símbolo que se ha construido a través de los años
El conjunto de todos aquellos alimentos y adornos coloridos conforman la ya conocida ofrenda, un altar que fue moldeada por las culturas mesoamericanas tales como los mexicas, mayas, purepechas y totonacas por compartir la visión cíclica de la vida y la muerte. Ellos consideraban que la muerte no era el fin de la existencia, más bien, era una etapa más de la continuidad.
Honrar a los difuntos tenía su arte pues la manera de hacerlo dependía, en primera instancia, de a quién se le dedicaba dicha ofrenda, por ejemplo, la cultura mexica destinaba dos meses a celebrar a los pequeños muertos (Miccailhuitontli) y a los muertos adultos (Huey Miccailhuitl). Dese aquel entonces ya podía ser visible los alimentos, el copal (resína aromática) y las flores ya que se pensaba que las almas de los difuntos podrían regresar para visitar a sus familiares.
Tras la conquista por parte de los españoles en el siglo XVI, los evangelizadores católicos buscaron la manera de erradicar dichas tradiciones ya que no se ajustaba a las propias. Sin embargo, y dada la resistencia por parte de los pobladores indígenas, se decidió proponer el sincretismo, una fusión entre la religión católica y la cultura ya existente. Esto explica por qué en las fechas 1 y 2 de noviembre se celebran el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles difuntos respectivamente. Lo que vemos hoy en día es una fusión armónica entre la ofrenda prehispánica y los elementos europeos tales como las cruces, las imágenes de los santos y el pan.
El mapa de los difuntos, un significado profundo
Dar la bienvenida y, adornar la ofrenda tiene su particular manera de estructurarse, de ahí que es muy raro ver alguna diferencia pues todas comparten el mismo simbolismo, el cual, se describe a continuación:
Los niveles
Por lo general se constituye de dos o tres representando al mundo terrenal, el purgatorio y, finalmente el plano celestial. En algunas culturas prehispánicas se acostumbra a construir siete niveles que simbolizan los pasos que el alma debe seguir para llegar al descanso eterno en el Mictlán, donde se encuentra la diosa de la muerte Mictecacíhuatl.
Los elementos esenciales
La ofrenda se encuentra constituida por agua, ya que representa a la fuente de la vida, por lo general se coloca a un lado de una jicara para que los difuntos puedan asearse las manos; la sal que es un elemento que evita que el alma se corrompa durante su tránsito; las velas, veladoras y cirios que, con su flama simbolizan la fe, la esperanza y la luz que guiará a las almas de regreso a casa; el copal o incienso que con su humo aromático purifican el ambiente y permiten la conexión entre el mundo terrenal y espiritual; la flor de cempasúchil que con su color vívido y aroma intenso, pintan el sendero para que las almas puedan llegar hacia el altar; el papel picado que, con sus diseños y colores llamativos pintan el altar con una alegría única pero que también en cada agujero simbolizan a la vida efímera; el pan de muerto que proviene del continente europeo, adquirió su propia identidad nacional al darle el simbolismo que hoy conocemos donde la forma circular representa el ciclo de la vida, la bola d en medio al cráneo y las cuatro canillas a los huesos y a los cuatro puntos cardinales; las calaveritas de azúcar o de chocolate representan la parte lúdica de la muerte y una reflexión implícita de que este fenómeno natural es parte de la esencia de la vida; la comida y las bebidas son el tributo a las personas que, en vida estuvieron con nosotros pues aquí van aquellos alimentos que eran el gusto predilecto del familiar, evidentemente y si también era de su agrado, puede ir acompañado de alguna bebida alcohólica tal como el tequila o el mezcal; la cruz de ceniza se coloca en el suelo y frente al altar para que los muertos puedan expiar sus culpas y; finalmente los objetos personales que acompañaron al difunto durante su vida como un recordatorio de identidad familiar.
Importancia social, cultural y científica
Párrafos atrás ya habíamos desglosado los antecedentes históricos y culturales de esta tradición, sin embargo, su simbolismo ha traspasado también las fronteras, pues ha atrapado a diferentes artistas, escritores y artesanos quienes le han rendido tributo y respeto por el mensaje y simbolismo que transmite dentro y fuera de nuestro país.
Actualmente vivimos en una época donde el distanciamiento social por parte de las redes sociales ha provocado cierta indiferencia en los diferentes niveles de la convivencia, sin embargo, esta tradición continúa siendo un punto de reunión familiar que permite reflexionar sobre la vida misma en una fiesta que convierte el luto en una celebración.
Al ser una oportunidad simbólica de reflexión y tributo, las personas que han perdido a un ser querido tienen la oportunidad de manejarla a través de un duelo más consiente, de tal manera que el dolor pueda ser transformado en un acto de amor y cuidado. Dentro de la psicología se ah visto que este proceso puede ser terapéutico pues ayuda a las personas a aceptar a la muerte como un mecanismo natural sin que se vea sacrificado el vínculo emocional con la persona fallecida.
Dado su valor histórico, cultural, simbólico, social y científico que transmite, no es de extrañarse que la tradicional ofrenda del día de muertos haya sido reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como una obra maestra del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad en 2008.
Referencias y recomendaciones
Carmen Anzures y Bolaños, M. (2011). El Día de Muertos: Historia y representaciones. Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
González Torres, Y. (2006). El culto a la muerte en México: sincretismo en la tradición mexicana. Editorial Trillas.
Paz, O. (1950). El Laberinto de la Soledad. Fondo de Cultura Económica.
UNESCO. (2008). "Indigenous festivity dedicated to the dead". Inscribed in 2008 on the Representative List of the Intangible Cultural Heritage of Humanity.

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